En Estados Unidos se realizan años tras años miles de estudios de ciencia remunerados. Existiendo un sin números de voluntarios disponibles para ser partícipes de estos experimentos. Entre ellos, la mayoría son migrantes y otra cifra de bajos recursos, que encuentran en esta modalidad, una salida de pagar sus gastos básicos como alimentación, transporte y vivienda.
Las compañías farmacéuticas más potentes de EE.UU., necesitan probar su seguridad y eficacia en personas, ya que no pueden sacar sus productos al mercado, sin contar con el visto bueno por parte de la Administración de alimentos y medicamentos Estadounidense, conocida por sus siglas en inglés como F.D.A. Y es allí donde necesitan a los voluntarios.
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Debido a estas investigaciones científicas es que se logran grandes avances en el tratamiento de todo tipo de enfermedades y los estudios con humanos también comportan riesgos.
¿Cuándo se busca la cura del sida o del cáncer, quienes son los voluntarios que se exponen a los tratamientos experimentales en Estados Unidos?
Este relato de un ciudadano de Cuba de 49 años que emigró a Miami, nos deja un testimonio sobre su experiencia.
A pesar de ser periodista, la publicación para la que trabajaba quebró y comenzó a pasar por dificultades económicas, entonces decidió inscribirse como voluntario en su primer estudio.
A partir de allí ha recorrido la mitad del país, de hospitales a clínicas, interviniendo en todo tipo de estudios a cambio de dinero. Dice no tenerle miedo a la muerte ni apego a la vida y que si le pasa algo por alguna prueba, él estaba claro en lo que se estaba metiendo.
Fue a su primera cita “médica” en el 2013, donde habían alrededor de 180 personas, en su totalidad inmigrantes. El estudio pagaba $2.800 a cada voluntario por 10 días de ingreso. Ya antes se había inscrito, lo registraron en una base de datos y quedaron en ponerse en contacto.
Beneficios para la Ciencia implica el sacrificio de otros.
A los 3 días (previos análisis de sangre), le llamaron para que probara una tableta oral, le dijeron que la pastilla no hacía nada. A los nuevos nunca le dicen que el medicamento puede ser malo. Ingresó a la clínica y le pincharon cada 15 minutos durante 4 o 6 horas, para observar el impacto del medicamento en tu cuerpo.
Mientras estás allí no tienen permitido salir de la clínica, y los voluntarios juegan entre sí o miran TV. Sólo pueden comer la dieta implementada por ellos. Las mujeres y los hombres están en alas separadas. Una vez finalizado los 10 días, le dieron su cheque y se fue. Siempre la muestra es en individuos de 18-45 años.
Lo ve como una medida extrema y aunque reconoce que lo ha seguido haciendo al menos 2 veces al año, prefiere tener otro tipo de trabajo.